La cama, no solo para dormir

Acuarela de James McNeill Whistler, 1884.

Iniciar el sueño requiere una transición de un estado activo de vigilia a un estado de sosiego que permita a los sistemas de sueño tomar el control de la consciencia y llevarnos a la transitoria y reparadora inconsciencia que conocemos como dormir. Ese paso de un estado de vigilia a uno de somnolencia puede alcanzarse de diferentes maneras. Leer, escuchar música de compases lentos, hacer el amor, pueden ayudar exitosamente a realizar ese tránsito*.

Esta acuarela de James McNeill Whistler titulada Resting in bed, con tan bien lograda atmósfera intimista, me recuerda el placer de leer en cama lo que cada día hacemos menos los citadinos dada la presión del trabajo y los quehaceres cotidianos. De hecho, una lectura agradable puede conducirnos a un buen sueño y es una buena forma de culminar un día. El placer de pasar las páginas de un libro, mirar las ilustraciones, transportarnos a otras realidades, ayuda a desenfocarnos de las  diarias preocupaciones y a ampliar nuestro universo. A diferencia de la televisión, que estimula con la luz intensa, la imagen y el sonido, el contacto silencioso entre el lector y la historia, apacigua. Por supuesto, no estoy hablando de tramas detectivescas o literatura de horror sino de crónicas, cuentos, ensayos, biografías o poemarios.

Los poemas, cuentos y ensayos cortos son géneros muy apropiados para esta hora del día, pues son de lectura corta y podemos apagar la luz con una buena imagen, sentimiento o reflexión. Uno de esos libros que como ejemplo recomiendo es “Vivir adrede” del escritor uruguayo Mario Benedetti. Está integrado por ensayos cortos, reflexivos en un lenguaje poético, con metáforas hermosas, que nos dejan una emoción cálida y placentera. Les dejo un enlace que conduce a las primeras páginas de la obra.

«Vivir adrede» de Mario Benedetti, primeras páginas, http://goo.gl/CcW03f

*“Calmar la mente y el cuerpo: Ese es el secreto” – amplía el tema en este mismo blog.

¿Por qué sufro de insomnio?

Si usted sufre de insomnio desde hace muchos años, la causa o el contexto en el que se originó la afección puede haberse quedado perdida en el tiempo, y ya no la recuerda. Esto sucede con mucha regularidad, y en la consulta especializada resultan vanos los esfuerzos en tratar de traer dilucidar ese punto. Pero lo que si resulta útil, es desenmascarar los hechos que mantienen el trastorno.

La causa más frecuente de inicio del insomnio es el estrés. Este puede surgir por una situación personal, laboral o ambiental que ocasiona un aumento de actividad permanente del sistema nervioso simpático1 lo que provoca un aumento del tono de los sistemas que mantienen la vigilia. Este tipo de insomnio, agudo, situacional, que se acompaña de un desajuste emocional, tiene un carácter adaptativo, y forma parte de los mecanismos que permiten hacer frente a esa situación que pone en riesgo de una u otra forma nuestra integridad personal, emocional o mental. Los estresores más frecuentes entre otros son: El divorcio, matrimonio, un nuevo hijo, duelo, dificultades financieras o laborales, enfermedad, hospitalización, embarazo, medicación, jet-lag, horario de trabajo variable, nueva vivienda, ruido ambiental y ronquido del cónyuge.

Una vez superada la situación causal, debería desaparecer el insomnio; pero no siempre ocurre así, y una buena proporción, diríamos alrededor del 20 % de las personas, continúan con el trastorno  parte o el resto de sus vidas.

¿Por qué ocurre ello? Las investigaciones han demostrado que además de las causas que inician el insomnio, se van estableciendo con el tiempo elementos que lo perpetúan, que impiden la superación del mismo.

Uno de ellos, muy importante es la ansiedad que se establece al no poder dormir, particularmente si el insomnio no ha sido adecuadamente tratado. Así, después de una mala noche de sueño, el insomne ya desde la mañana comienza a preocuparse por la probabilidad de pasar una nueva noche sin dormir bien, y esa ansiedad específica mantiene en hiper-funcionamiento los sistemas de vigilia. Es lo que en medicina conocemos como insomnio psicofisiológico. A ello se agrega que al llegar a casa, muchas veces en tensión por el laborioso día, se debe lidiar con los asuntos domésticos y de ser el caso los problemas familiares, que sobrecargan aún más el estado emocional ya perturbado por la ansiedad. No dejemos de sumar la televisión, que la mayoría de veces se encuentra en el cuarto, y que se sintoniza en los noticieros con sus enfoques habituales sobre las desgracias y los eventos negativos. Muchas veces el cónyuge es quien se mantiene viendo la televisión hasta bien entrada la noche, perturbando el inicio del sueño de la ya atribulada persona. Si se suman el cigarrillo y/o los dos o tres tragos de alcohol que ayudan a iniciar el sueño pero que lo interrumpen a posteriori, ya tenemos un cuadro lamentable. Al acostarse, y no poder iniciar el sueño, se instala lo que llamo la rumia de pensamientos, los que uno tras otro, asociación tras asociación, van llenando las horas de vigilia.  Finalmente, a consecuencia de la fatiga, el deterioro de la eficiencia para realizar las actividades diurnas, el déficit de atención, concentración y memoria, y el desequilibrio de la neuroquímica cerebral, se instala la depresión, como resultado y a su vez, como componente importante de la cascada del insomnio. En este párrafo he trazado unas pinceladas para ejemplificar como se van sumando los factores que van perpetuando este mal tan prevalente en nuestros tiempos y que atenta contra nuestra salud, bienestar y felicidad.

Analizando la fenomenología que condujo a perpetuar el desajuste de sueño, vemos que en primer lugar la perturbación aguda inicial no fue bien tratada. Del insomnio agudo o de ajuste, se instauró un insomnio psicofisiológico, se agregaron malos hábitos de sueño – mala higiene del sueño-, y nuevos factores de estrés, además se establecieron reflejos condicionados que asociaron la cama con el insomnio, se instaló la rumia de pensamientos en la cama, y por último la secuencia de eventos concluyó en un trastorno del ánimo, la depresión, que con su efecto deletéreo sobre el perfil de los neurotransmisores cerebrales, prolonga y complica el trastorno.

No he mencionado aún el inadecuado tratamiento del insomnio con benzodiacepinas, tales como el  alprazolam, bromazepan, diazepan, flurazepam, lorazepam, triazolam, nitrazepam, clonazepam y otras, que provocan una sensación inicial de buen dormir, pero que al suprimir el sueño profundo,  llamado de Ondas Lentas, impide la adecuada recuperación de funciones, creando a la larga la fatiga crónica y enrarecen el cuadro con la habituación y la adicción. Estos medicamentos, que tienen su espacio dentro del armamento que dispone el médico para tratar las enfermedades, no son útiles para tratar el insomnio crónico.

El tratamiento exitoso del insomnio crónico, además de la prescripción de neuro-fármacos destinados a restaurar el equilibrio neuroquímico cerebral,   exige esclarecer los eventos que perpetúan el trastorno, para proponer las medidas conducentes a su superación. Esta parte del tratamiento requiere tiempo, paciencia, una relación apropiada con el profesional de salud y compromiso y actitud proactiva por parte del paciente insomne y sus familiares cercanos.

Un poco de humor para suavizar la seriedad del tema
Un poco de humor para suavizar la seriedad del tema
  1. El sistema nervioso simpático es la unidad del sistema nervioso que coordina todos los reflejos viscerales involuntarios para adaptar el cuerpo a las demandas cambiantes del entorno. El fisiólogo Walter Canon propuso  que esta subunidad se especializaba en gobernar las reacciones de emergencia, tipo pelea o huida, pero hoy en día se sabe que este sistema opera conjuntamente con la subdivisión parasimpática e intestinal, para regular las funciones involuntarias normales o en estado de emergencia. El sistema parasimpático concierta las funciones en los estados de reposo y digestión y el sistema nervioso autónomo del tracto intestinal regula el buen funcionamiento del sistema gastrointestinal para las funciones de digestión, absorción y utilización de los alimentos.